Campaña Antártida 2006

Sexta parte

Queridos amigos:

El martes 7 zarpamos de Svend Foyn hacia el sur por el canal Neumayer, rumbo a Islas Argentinas, adonde arribamos luego de cruzarnos con cinco cruceros y el rompehielos inglés Endeavour. Queríamos revisar si había vestigios de actividad ballenera allí, donde actualmente hay una base de Ucrania, pero las condiciones de viento y témpanos nos disuadieron y fuimos a fondear cerca de Port Lockroy.
De allí fuimos a Waterboat Point, donde una base chilena se construyó sobre una inglesa que se había fundado en el lugar donde dos ingleses pasaron el invierno de 1922, se trata de un refugio construido con paredes de piedra y como techo una antigua chalupa ballenera. Lindo ejemplo de superposición de instalaciones donde siempre lo primero fue el campamento ballenero.

Al día siguiente, en Neko, nos cruzamos con el crucero Clipper Adventurer, cuyo primer oficial, Bernd Buchner, vino a saludarnos y contarnos que había comprado en Malvinas la antigua goleta  Feuereland (Tierra del Fuego) que perteneciera  a Günther Plüschow  y que pensaba llevarla de vuelta a Alemania para restaurarla.  Intercambiamos  presentes: vino argentino por cerveza alemana y nos fuimos rumbo a las Islas Melchior en medio de una espesa niebla. Llegamos el jueves 9 a la noche y ya contabilizamos tres días seguidos de lluvia, para sorpresa de todos los antárticos.

La Antártida es básicamente seca, pero si algo cae del cielo, es nieve, o nevisca, o similar, nunca lluvia, y mojarse por lluvia es una nueva experiencia allí. No queda más remedio que relacionarla con el calentamiento global y sus amenazadoras consecuencias. 

Melchior es la base argentina mas antigua del continente antártico, es prácticamente un museo. A la mañana siguiente, su personal, encabezado por el Capitán de Corbeta Ricardo Villarreal, nos recibió con hospitalidad, que retribuimos invitando a tres de ellos a comer a bordo. Era un día con sol  y por iniciativa de la gente de Green Cross, nos sacamos una foto con un cartel que decía “We are all  Tuvalu”, como apoyo moral a la primera población del mundo que va a perder su isla por el aumento del nivel del Océano Pacífico.

Esa noche se organizó la fiesta despedida, que incluyó la entrega de premios TARANTAR  (tarado antártico) y los diplomas de bautismo del rey Neptuno (Hormiga Negra) y sus princesas (Candelaria y Pinino) a aquellos que por primera vez  arribaron a la Antártida. Se premiaron también a los mejores esclavos y se reconoció al peor de ellos también. El cocinero Federico y Sergio Hanquet, el fotógrafo buzo, hicieron una torta con la imagen del Ice en chocolate, que duró apenas unos instantes para la foto antes de desaparecer en las fauces de la tripulación. No se bebió demás, lo garantizo. Sólo recuerdo el despertar del día siguiente para el desayuno.

Veníamos estudiando los partes metereológicos de la Armada, que eran malos, pero empeoraban, razón por la cual  entre Jorge May y Marcelo Marienhoff, con la anuencia mía y de Hormiga Negra, decidieron cruzar el pasaje Drake.
Fue un error, lo admito. Fueron tres días de baile, primero por proa a estribor, que fue rotando a proa babor, luego a babor por el través. Al principio con la vela cuchilla se podía amortiguar un poco el rolido, hasta que el viento de hasta 40 nudos la hizo trizas.
El ochenta por ciento de la tripulación yacíamos descompuestos donde podíamos, mientras el resto aguantaba las guardias de navegación a los bandazos.
Yo estaba descompuesto a pesar del parche de scopolamina atrás de la oreja, droga que fue ampliamente superada por esa mar gruesa, dejándome tirado en mi conejera. Pero no se crean que la saque barata, ya que una escorada violenta a estribor me tiró por el aire desde la cucheta hasta golpear cabeza y codo contra la puerta el camarote, en un vuelo limpio sin tocar el piso.
Transcribo un fragmento del artículo que escribió estupendamente para la revista Bienvenido a Bordo nuestro querido Hormiga Negra:
“Durante la madrugada y la mañana del 12 las condiciones, que no parecía que pudieran ser peores, empeoraron. El viento aumentó a cuarenta nudos sostenidos, y la ola se incrementó hasta unos nueve metros con rompiente -la proa mide unos cuatro y medio desde la línea de flotación- lo que nos obligaba a seguir enfrentándola con el nuevo rumbo, porque cuando intentábamos volver al óptimo, los rolidos, que se repetían de treinta grados a cada banda, aumentaban a cincuenta (el record fue 54°) lo cual era simplemente destructivo…
...El  día 13  durante toda la mañana prosiguió la danza macabra y solamente a eso de las 14:00 amainó un poco, quedando tanto el mar como el viento en fuerza 7, lo que nos permitió mejorar el rumbo tomando las olas un poco más como tabla de surf con aquella teoría de deslizarse por ellas que había inventado Vito Dumas y que había copiado Bernard Moitessier cuando tuvieron que surcar el Pacifico Sur. Surfear con trescientas toneladas suena a camelo, pero se consigue y hay un alivio en los golpes, aunque hacia el final de cada bajada, el rolido se toma su revancha. No obstante era importante ir mejorando el rumbo para caer al Este del Cabo de Hornos y embocar el Beagle.“

 
El Ice aguantó estoicamente el castigo, hasta entrar en el cono de relativa protección del Cabo de Hornos y sus islas aledañas y de ahí en más, todo fue coser y cantar hasta arribar a Ushuaia.
Dejo para el próximo capitulo las conclusiones, despedidas y agradecimientos.

Cordialmente
Guillermo May
(Me siento como Ulrico Schmidel, el cronista de Pedro de Mendoza)

info@buquepatagonia.org