LAS INCANSABLES BUSQUEDAS DEL ICE LADY PATAGONIA

Hormiga Negra, la máquina de coser y Gustavo Carbonell en popa.

Tormenta en el Golfo de San Matías
FOTO JUAN PABLO PEREDA

 

 

Queridos amigos, este es un resumen de la campaña de verano de este año, con titulo y todo:

LAS INCANSABLES BUSQUEDAS DEL ICE LADY PATAGONIA

Después de innumerables trabajos para adaptar al Ice Lady Patagonia a su nuevo perfil de motovelero, zarpamos de Puerto Madero el mediodía del 2 de febrero, con un sol radiante y tiempo agradable.

Nuestro primer objetivo era sondear una zona alrededor de una posición en la que, según Carlos De Napoli, podría estar hundido el carguero alemán Olinda, presumiblemente hundido por los británicos a las tres horas de la declaración de guerra de Inglaterra a Alemania en 1939.

Entre la tripulación había una expectativa poco disimulada de lo que podría significar ese hallazgo desde el punto de vista histórico. Luís Epelboim y otro buzo amigo de él, tenían sus equipos listos para bajar a verificar cualquier indicio de nuestra sonda.

La presencia a bordo de un joven chef de cocina, Javier Díaz, incrementaba el buen humor reinante, ya que sus menús satisfacían a los más exigentes del buen comer. Ya desde el desayuno se disfrutaba del pan casero, cuyo aroma recorría los pasillos y el puente, haciendo irresistible comerse varias rodajas con manteca, dulce de leche La Paila y otras delicias.

El Ice llego al lugar, a mas de 50 millas de cualquier costa, a las tres de la tarde del día siguiente y comenzamos un trabajo de sondeo sobre una grilla marcada en el plotter.

A una velocidad reducida fuimos recorriendo en diversas pasadas el fondo no demasiado profundo del lugar, sin resultados evidentes. Esta búsqueda se prolongó hasta las 02:00 del viernes, cuando dimos por concluida la búsqueda y pusimos rumbo a Mar del Plata.

Los turnos de navegación se repartieron entre Diego Goñi, Sebastián Hersch Hormiga Negra y yo mismo, siempre con una segunda persona acompañándonos. La navegación nocturna es cansadora, pero tiene una magia particular en ese mundo del puente de mando, con pantallas de distintos colores, ruidos de radio, el rolido del barco, la luz suave sobre la carta náutica como respaldo de la electrónica, donde además no hay tiempo para aburrirse, ya que se verifican los radares, el ecosonda, el plotter, el olex, el gps, el rumbo, el ángulo de la pala del timón, y así continuando.

Después de una navegación tranquila, el Ice arribo a la zona de Mar del Plata, donde justo en el momento de enfilar la entrada del puerto, todo se cubrió de bruma y hubo que entrara a puro radar a pesar de ser ya las 8 de la mañana. Amarramos en la base naval por gentileza de la Armada.

En ese puerto permanecimos cuatro días, mientras descendieron algunos que terminaron su etapa y llegaron nuevos entre los cuales estaba Jorge May y el velerista Gustavo Carbonell, que vino a coser las velas a bordo.

La parada en el puerto de Mar del Plata sirvió para seguir adelante con los aparejos del velamen, mientras Gustavo, instalado en el salón Alte. Brown de la popa, cosía y cosía.

El Ice volvió a zarpar rumbo al Golfo Nuevo, pero esta vez ya se pudo izar una vela de proa, a la que llamamos yankee. Comprobamos que con viento de través se incrementó en un nudo la velocidad sin cambiar las revoluciones del motor ni el paso de la hélice.

Esta vez, en previsión de mar agitado, le coloqué al cocinero Javier un autoadhesivo con scopolamina detrás de la oreja, para asegurarme la buena comida y la buena onda a bordo a pesar de todo, no fuera a ser cosa que se mareara y nos quedaramos sin comer ¡¡¡¡¡¡ Y parece que fuí un visionario: durante la segunda noche el viento empezó a soplar más fuerte, pasando de 15 a 20 nudos, después a 25, después a 30. Al llegar a este punto, el viejo lobo de mar Hormiga Negra dijo "con 30 nudos, hay que arriarla, algo se puede romper"

A esta altura, todas las olas salpicaban en el puente y una de cada tres, barrían la cubierta de proa, no obstante lo cual el Ice navegaba magníficamente.

Gustavo, el velerista que ya con ese movimiento no podía seguir cosiendo, opinó que había que bajar el yankee, pero Jorge dijo que recién si soplaba 40 nudos lo bajaría. Al poquito rato, con una racha de 34 nudos, la escota se cortó como la cuerda de un violín y la vela quedo guardapeando al viento. A pesar de la mar gruesa, el viento y que era de noche, la maniobra de arrío no fue complicada, aunque insumió cuatro tripulantes en el esfuerzo.

Sin otras complicaciones, a la mañana siguiente amainó y se empezó a ver la costa de la Península Mitre y a las 22 horas fondeamos a la vista de Puerto Madryn en la misma zona de la siguiente búsqueda.

Amaneció soleado. Al rato llegaron los refuerzos locales, o sea, el gran buzo táctico, instructor de buceo y explorador de profundidades, Pinino Orri. Junto a él, se hizo el plan de acción para ubicar al avión Corsair, caza bombardero a pistón que despego del portaviones 25 de Mayo y se precipito inmediatamente al mar hace 40 años.

La importancia de ubicar este avión radica en recuperar el último con motor a pistón, que fue construido ya en la época de los que funcionan a turbina. Se propuso que en caso de recuperarlo, se lo donaría al museo aeronaval de Bahía Blanca.

La profundidad de la zona, que es de 50 metros, planteo desde un inicio la dificultad de bajar con los buzos. Básicamente, se tratamos de ubicar los lugares con diferencias abruptas de profundidad y luego explorarlos con el r.o.v. (remoted operated vehicle), al que la tripulación llamó "roby". El roby es una cámara de video instalada en un estanco, vinculado al barco por un cable, y que tiene unas pequeñas hélices que permiten teleguiarlo. Una pantalla en el puesto de mando permite ver lo que transmite el r.o.v.

El tema es que Diego y yo nos quedamos con los ojos cruzados de tanto mirar la pantalla durante los cuatro días que duró esta búsqueda, escudriñando el fondo marino en nuestra desesperación por ubicar los restos del Corsario, quizás pensando que pudiera estar cubierto por algas o arena. Lo que si pudimos ver fue la vida animal a esa profundidad, un espectáculo no buscado ni esperado, pero con escenas insólitas de bogavantes amenazando al roby con sus pinzas, arañas de mar y cangrejos corriendo y hasta un pulpito que asustado por las luces de roby, se fue tapando con arena del fondo hasta quedar totalmente mimetizado con el mismo.

A pesar de contar con los datos de la posición original del hundimiento del avión, no lo pudimos localizar. Obviamente, en aquella época no había gps y los márgenes de error de tomar la posición con sextante quedaron en evidencia.

Y mientras todo esto ocurría, Gustavo seguía cosiendo velas, y terminó con la segunda, la mesana. Así que hicimos la prueba de navegación ya con yankee y mesana. Como ya lo establece una de las leyes de Murphy, "si algo puede fallar, fallará" y cuando se intento arriar la mesana , se trabaron los garruchos y no pudo bajar. Se designó a Beto Jiménez para subirlo con la guindola y destrabar el garrucho, lo cual cumplió con destreza.

La alegría de navegar a vela por el Golfo Nuevo en el Ice Lady Patagonia compensó la decepción de no encontrar al corsario y Juan Pablo Pereda sacó sus mejores tomas desde el gomón del barco navegando.

Y Gustavo seguía cosiendo velas. Hormiga les recordó a todos que antes todos los grandes veleros navegaban con los veleristas a bordo, haciendo y reparando las velas. El conocimiento de esto nos hizo sentir en el siglo pasado, fantaseando pertenecer a la tripulación de algún gran clipper.

Nuevamente, y después de los consabidos desembarques y embarques, el Ice zarpó rumbo a San Antonio Este. Antes de arribar pudo izar su tercer vela, un foque, y su navegación resultó cada vez mas asentada.

En San Antonio se embarcó otro grupo de miembros expedicionarios, entre ellos el historiador Abel Basti, pero faltó a la cita el ing. Bellora, experto en el manejo de magnetómetros. Estos elementos iban a ser fundamentales en la tercer y última búsqueda planeada:, la de submarinos alemanes de la Segunda Guerra Mundial en el Golfo San Matías en las cercanías de Caleta de los Loros.

Se intentó hacer andar el magnetómetro del Ice, pero con resultados inciertos. Sin embargo, se aprovechó el tiempo simulando un intento de reflotamiento, haciendo esa práctica con la propia ancla del barco. Pinino organizó y dirigió la maniobra, con unas bolsas que se llenaron de aire en profundidad con el arguil y resultó un éxito.

Luego de ser inspeccionados sorpresivamente por una lancha de la Prefectura y volver a puerto para dejar algunos miembros, el Ice zarpó en su última pierna San Antonio-Punta del Este-Buenos Aires al mando de Hormiga Negra, adonde arribó el 2 de marzo de 2005.

Y Gustavo seguía cosiendo velas...


Los sigo manteniendo informados,
Cordialmente,
Guillermo May

info@buquepatagonia.org